El pasado mes de agosto en Atitalaquia, Hidalgo se conmemoró el cincuenta y un aniversario de la posesión de la entonces Hacienda San José Bojay, por parte de los ejidatarios que ahora son dueños de este inmueble que es testigo de la fundación y crecimiento de esta parte del estado.
La historia de la ex hacienda de San José Bojay, ubicada en Atitalaquia, Hidalgo, es un fascinante relato de años de historia, desde su origen en el siglo XVI como propiedad colonial hasta su transformación en un ejido.
El cronista municipal Clemente Ignacio Reyes López nos cuenta que sus orígenes están en una merced real otorgada alrededor de 1560 a Jerónimo López, un conquistador español, para una estancia de ganado menor. Con el tiempo, la hacienda creció, llegando a tener una extensión de 3 mil 120 hectáreas. Durante casi 300 años, la hacienda se mantuvo en manos de la familia de este conquistador, que posteriormente adoptaría el apellido Villamil.

Una de las anécdotas más intrigantes de la hacienda es la estancia de la famosa «Güera Rodríguez» en 1803. Según el cronista, María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio fue enviada a la hacienda como una forma de aislamiento social. Se cree que su presencia en este lugar fue estratégica, ya que, para algunos historiadores, ella fue una pieza clave en el movimiento de Independencia de México.
La hacienda funcionó principalmente para la cría de ganado menor y la producción de lana para los obrajes de la región, y en menor medida, la agricultura y la producción de pulque para consumo local.

EL TRÁNSITO A EJIDO
El último dueño de la hacienda fue el señor José R. Lugo. Sin embargo, en la década de 1970, un grupo de campesinos, cansados de las largas gestiones legales, decidió tomar las tierras. Fue el 27 de agosto de 1974 cuando tomaron posesión del terreno. Raymundo Pérez Remigio, uno de los ejidatarios, relata que el proceso fue largo y difícil, durando 13 años hasta conseguir la resolución presidencial.

Empezaron 120 personas, pero solo 20 se mantuvieron firmes hasta el final.
Los ejidatarios se mudaron al casco de la hacienda, y con el tiempo, lotificaron la tierra y se mudaron, creando la colonia de San José Bojay. El señor Pérez Remigio destaca que ellos mismos construyeron los servicios básicos, como escuelas y el panteón, ya que no existían.
CONSERVACIÓN Y FUTURO
A lo largo de los años, el casco de la hacienda ha sufrido modificaciones. Clemente Reyes menciona que los techos, que estaban deteriorados, han sido restaurados. Sin embargo, no siempre se ha hecho con la asesoría profesional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aunque la ley lo requiere, a pesar de que la hacienda está en el catálogo federal de monumentos históricos.

El cronista lamenta el deterioro y saqueo que sufrió el lugar antes de la restauración.
Pérez Remigio acepta que la ambición de algunos los movió a destruir parte el inmueble en busca del dinero.
Los ejidatarios que quedaron del movimiento para cuando el gobierno les dio la posesión, han trabajado en la conservación y adaptación del lugar. El señor Pérez Remigio comenta que se han hecho trabajos de colado en los techos y han mantenido los espacios.
Nos revela que en algún momento existió un proyecto ambicioso para convertir la hacienda en un hotel y centro de eventos, aunque actualmente no está en desarrollo debido a la falta de apoyo gubernamental y recursos económicos.
LA CAPILLA DE SAN JOSÉ BOJAY: UN LUGAR DE HISTORIA Y FE
La hacienda de San José Bojay alberga una capilla que es mucho más que un simple lugar de culto. Dedicada a San José, esta construcción religiosa es un punto clave de la historia del lugar. Como detalla el cronista Clemente Reyes, la capilla funciona como la cripta del único hijo varón de la «Güera Rodríguez» y su nuera. Al entrar, a mano izquierda, se puede observar la lápida que marca el lugar de su descanso, con los datos de nacimiento y muerte. Este hecho conecta directamente a la hacienda con uno de los personajes más enigmáticos de la historia de México.

DETALLES ARTÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS
La capilla muestra particularidades artísticas y arquitectónicas que merecen ser destacadas.
Pinturas y Frescos: Se pueden ver pinturas en las paredes que, a primera vista, parecen frescos, pero Clemente Reyes aclara que probablemente son pinturas sobre cal. Sin embargo, en algunas áreas donde la cal se ha desprendido, se vislumbran otras pinturas, lo que sugiere que podría haber frescos originales debajo.
Elementos Decorativos: El altar, con sus torres y el santo patrón, mantiene el estilo de la época. En la parte superior, se puede observar un triángulo con un ojo, un símbolo que representa a la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo.
Litografías Modernas: El cronista aclara que los pequeños cuadros que adornan las paredes de la capilla no son originales de la época de la construcción, sino litografías del siglo XX, ya que esta técnica no había llegado a México en siglos anteriores.
UNA HISTORIA OCULTA
El cronista menciona que los templos como este se utilizaban a menudo para curar a los enfermos durante epidemias, y por eso eran encalados. Esta práctica podría haber cubierto las pinturas originales, que ahora permanecen ocultas. La capilla, por lo tanto, no es solo un lugar de fe, sino también un libro de historia que espera ser descifrado por los expertos.
El cronista explica que el acceso al lugar ha sido muy restringido durante años, lo que ha limitado la exploración. Por esta razón, no se tienen registros sobre los usos originales de cada una de las habitaciones o áreas de la hacienda, como las salas, la cocina o las habitaciones de los dueños y la servidumbre.

El conocimiento actual de la hacienda proviene principalmente de documentos escritos que se encuentran en el Archivo General de la Nación y la Hemeroteca Nacional.
A pesar de los cambios y el paso del tiempo, la hacienda San José Bojay sigue siendo un testimonio vivo de la historia de México, combinando el legado del pasado con la vitalidad y el trabajo de la comunidad ejidal que hoy la habita.